17 abril 2010

lúpulo

Yo sentía que de la cabeza le chorreaba un líquido como si fuera grasa derreteda, estaba hirviendo. Mientras, no se inmutaba, caminaba y dejaba que corriese, porque en algún momento se termina, y hay otra cosa.
Pensaba que la vida es un rompecabezas exacto que encaja las piezas justas en el momento correspondiente. Todo tiene sentido visto de lejos, incluso los errores (esos que volveríamos para arreglar).
Ahora veo todo tan lejano. Hasta creo que no me pertenece. Además, el tiempo lava y deja sólo el núcleo...en algún momento nos volvemos a encontrar. Es prefrible no postergar ese momento porque la fermentación es buena en su justa medida, si la dejás más toma un gusto ácido que termina siendo un tóxico casi letal. Mientras más postergamos el momento del encuentro, más escombro, basura y polvo tiene, y más largo es el proceso.
Y retomo con esta idea de ir al centro, a la esencia. Uno se va distrayendo con los adornos de la vida cotidiana y se va olvidando que hay un objetivo.
Me pregunto: ¿por qué para el ser humano es tan doloroso ese viaje al cento, al encuentro con uno mismo? ¿porque uno está solo? Uno siempre está solo. La relación que establecemos con las otras personas es sólo para crear y obtener nuevas sensaciones, para aprender algo del mundo exterior, porque estamos siempre tan inmersos en el interior, y tan libres y tan presos dentro de nosotros mismos. ¿Y si no queremos ser nosotros, quiénes seríamos? ¿nosotros siendo otro cuerpo? ¿nosotros creyendo que somos otro? Dejaríamos de ser nosotros, no tendríamos conciencia que somos otro. No confundir esencia con actitudes.
La mente... ese sustantivo TAN abstracto que gasta tanta energía. No se vé, no se toca... igual que el alma. Perfuman e inundan todo con su aroma, vibra, llega, conecta, pero no hay materia.
Encontrarnos es una tarea inexorable.


-ms

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