12 octubre 2011

Pobres palabras abandonadas

Me llaman las palabras porque es mi tarea escribirlas, aunque no sé si nacen de mi o las estoy escuchando.
No importa cómo puedo empezar el texto ni cómo hilar las ideas, todo forma parte de esto que te quiero decir y a falta de tu presencia, lo escribo.
Tampoco importan las palabras crueles y tristes que pueda llegar a escribir porque este bordecito de colores lo ilumina todo.
Me mueve el dolor. Empezar a describir cómo duele un atardecer, la llamada de la noche, y tu ausencia. La cruel combinación de cualquier cosa con tu ausencia.
No puedo escribir un poema de dolor, porque al intentar describirlo me pregunto ¿qué es el dolor?, y no sé qué es. No sé qué me duele porque no sé qué es el dolor. Entonces me quedo con el placer.
Sí, el atardecer y sus colores, el Sol que se despide estirando sus brazos, prometiendo que volverá. Yo lo sé, siempre vuelve.
La noche, la tranquilidad, que nos da el espacio para descansar, o leer, escuchar el silencio. Las voces en el silencio. Y si aparece tu voz ¡qué alegría: la recuerdo! Recuerdo su sonido, aunque no sé qué estás diciendo. Te escucho en el silencio y eso quiere decir que alguna vez estuviste, que exististe, que me hablaste.
Y después de tanto miedo, sólo queda el miedo. ¿Tanto miedo para qué? Ahora sólo queda el miedo.
¿A qué le tenemos tanto miedo? ¿a lo incierto? ¿eso decías? ¿y qué es lo incierto? ¿y qué es lo cierto? porque para temerle a lo incierto es que hay algo cierto, y yo veo todo tan incierto.
¿A qué le tenemos tanto miedo? ¿Para qué tememos tanto? ¿Qué nos deja de bueno? Tenía miedo que te fueras sin firmar el libro, y así fue; tenía miedo que no resultara, y así parece. Y la conclusión es que el miedo es tan poderoso que hace todo realidad, ¿te das cuenta? Todo a cuanto le tememos nos ocurre.
¿Miedo? El miedo es una puerta -o unas cuentas- que al abrirla, no hay nada, ni puerta. El camino del miedo conduce a la nada, ni camino, ni siquiera conduce.
¿Tanto miedo para qué? Ahora sólo queda el miedo, y pronto será (dejame aunque sea la ilusión de que sea algo) un recuerdo. Pero sé, -¡ay sí, lo sé!- el miedo lo volverá a nada; y los sueños, las risas, los poemas, las comidas, las canciones, se olvidan, porque los ocupa el miedo y los hace nada, ¡nada!.
Y escribo, si, porque puedo sacar afuera lo que me pasa por dentro, puedo mostrarme pura y trasparente, y no me avergüenzan mis sentimineots -no al menos cuando escribo-.
Y escribo, si, todo lo que te diría. Ahhhh, no, es más placentero escribirlo, y tenerlo, leerlo y viajar de la mano de las palabras; mejor que sólo pronunciarlas y que se pierdan en el aire. Sí, mejor escribir que decir. Si las digo corro el riesgo de que me respondas.
Sí, claro que una parte mia quiere saber qué tenés para decir, pero eso afecta directamente lo que me pasa a mi, y no sé si ocurre a la inversa, entonces corro el riesgo, también, de que todo esto que quisiera decirte no te afecte -y eso me afectaría otro tanto.
El amor incondicional, ¿quién pudiera negarlo? NO dejo de amarte sino que acepto que me gustaría que fuera mutuo, y que no sea sólo amor sino también ganas de ser una pareja.
Y te llamo para verte, para proponerte un si, decirte que estoy dispuesta a jugar esta ficha, y te negás, cobarde, te negás. Te llamo para proponerte que nos amemos, que seamos uno, que seamos dos. Y te negás, cobarte, te negás.
Estoy dispuesta a amarte. Ahhhh, no, es más profundo que eso. Es dejar que me ames. A mi , a toda yo.
Es sólo que no quiero que seas uno de los tantos, unas cuantas hojas que hago un bollito y tiro a la basura, con la misma inercia que hago tantas cosas...
Te estás yendo y te veo. Vos no prometes, como el Sol, que volverás.
Te levantaste y te sacudiste, quizás, el sueño.
Te estás yendo, ¿a dónde te llevás todo ese enojo y desconcierto? ¿es enojo? ¿a dónde vas sin mi beso? ¿a qué lugares solitarios y fríos puede llevarte tu mente? Tu mente equivocada, tu mente en negativo, tu mente con sus miedos y vueltas sobre si misma.
Escuchá tus pensamientos: estás tratando de autoconvencerte de que está bien, que tu soledad está bien, que no disfrutar de este amor está bien, y estás buscando razones por las cuales seguir yéndote sin mi beso. Este beso que jamás te negaría. Este beso que nace en mi corazón y quiere llegar a tu boca, a tu piel, a vos... impalpable.
Te vas, te seguís yendo. Ahora estás en el recuerdo de las partidas. Te vas y no me ves, ni me sentís.
Te estás quedando sordo porque no parás de hablarte. Sabés que si te callaras, te escucharías y te quedarías. No te irás muy lejos, porque la tozudez y el orgullo son un ancla. Siempre te dejan varado lejos de cualquier puerto, incluso lejos de cualquier horizonte.
No querés dejar de hablarte porque sabés que no hay razones para que te vayas, mas tu cobardñia intenta protejerte de mi amor, protejerte porque puedo verte desnudo.
Tengo un montón de ilusiones que te buscan, que se entristecen cuando les decís que no van a ningun lado, y que pueden ya decansar y esperenzar, tal vez... otro amor...
Los poemas que llevan tu nombre, ¡oh, pobres palabras abandonadas! Las escucho sin madre, sin padre, parias vagando en el cuaderno, agonizando sin sentido; están, -¡ay, pobres palabras abandonadas!- tan solas en el papel, buscando algún sentimiento donde ir, algo que significar.
Te nombro y te materializo, y puedo sentirte cerca aunque sea el instante que dura tu nombre.
No pienses qué decir. No intentes decir algo lírico. Te escucho igual; tu ausencia, tu silencio y tu cobardía que intenta esquivarme, hablan más de lo que quisieras. Porque yo puedo verte, por eso quiero abrazarte, porque sos tan sensible y cobarde.

-Malena Suhcled

11 octubre 2011

Yo decreto

Anoche me vi, como una película pasaba mi vida, entre el pasado, el futuro, y este Eterno Ahora. Me ví feliz, brillaba tanto, tan cómoda en mi cuerpo, tan conciente de quien soy.
Estaba arriba de un trapecio, con una nariz y un clarinete. O arriba de un árbol, o en un bosque metiéndome adentro del río, siendo el río. Abrazando niños, ¡cómo se reían esos niños!. Me ví en distintas partes del mundo: con maestros espirituales en la India, o en Egipto, en Rusia con el circo, en las selvas de África, barcos, agua, montes... precipicios...
Me ví bailando en CentroAmérica, dando multitudinarios conciertos, grabando discos, conociendo gente, llenísima de amigos. Me veía acróbata, y me veía payaso.
Me veía meditando, cantando mantras, por alguna otra dimensión.
Me impactó mi luz, y mi belleza, y tan destacada en todas las artes. Me escuhé en ese sueño y decía: "yo soñé esto".
Más tarde, mientras hablaba de las actividades que hago en este momento, me ví, me ví hoy, me ví Malena, y me escuché diciendo: "yo soñé esto".

Moraleja: cuando el deseo es sincero, cuando viene de lo más profundo de uno, le es vital concretar eso que anhela. No es que me gustaría ir hacia allá, es que esa es mi vida, es lo que yo decreto.

-ms